Dicen que la vida se construye con rutinas, hábitos y costumbres. Antes lo entendía como una lista de cosas que debía hacer bien: dormir a tiempo, comer sano, moverme, pensar positivo. Sabía recitarlo, pero no cumplirlo. Me faltaba fuerza de voluntad.
Durante años busqué qué la generaba, qué encendía esa chispa. Creí que era cuestión de motivación, pero no encontraba motivos. Hoy lo veo distinto. La fuerza de voluntad no nace de la inspiración, sino del cansancio y la tozudez. De seguir tirando del hilo aunque el tejido no tenga sentido.
Mi motivación ya no es brillante ni heroica: es seguir viva para ver qué pasa después. El futuro me intriga demasiado como para rendirme antes de tiempo. Quizás el mundo no mejore, pero quiero mirar cómo cambia, cómo respira, cómo se transforma.
Y cuando me vence la pereza o la tristeza, no hago discursos. Solo me digo:
tampoco es para tanto, venga, un poquito más.
A veces ese poquito es todo lo que necesito.