sábado, 4 de octubre de 2025

Postal desde el chalet

El sol aprieta, pero no quema: acaricia la piel con la misma calidez de hace años.

El agua de la piscina huele igual que siempre, mezcla de cloro y risas, como si cada chapuzón llevara la memoria de los veranos pasados.
En la mesa, la paella se anuncia antes de verse: ese aroma profundo del arroz cuando empieza a dorarse.
Los pinos vigilan alrededor, derramando gotas invisibles de resina en el aire, y basta respirar para saber dónde estás.

No importa que ahora el chalet sea de tu hermano. Cada vez que propone ir, lo que de verdad te está diciendo es:
—¿Quieres volver un rato al lugar donde todo olía a sol, a agua y a familia?

Y la respuesta, claro, siempre es sí.

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