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miércoles, 3 de septiembre de 2025

🥗 La Guerra del Aliño

 


En la mesa de esta casa no se lucha con espadas, sino con aceitera y salero.
Un campo de batalla verde: hojas de lechuga, rodajas de tomate, cebolla fresca.
Allí, dos ejércitos se enfrentan.

En el flanco izquierdo, el Caballero del Chorro:
con su brazo firme derrama aceite como si regara olivares enteros,
y sacude la sal como si temiera que en el mundo hubiera escasez.
Para él, la ensalada debe nadar, brillar, ser un festín brillante.

En el flanco derecho, la Dama de la Caricia:
enseña la aceitera a lo lejos, como quien muestra un amuleto,
y acerca la sal solo lo justo para que la ensalada la huela.
Para ella, el aliño es un susurro, una sombra ligera,
lo justo para despertar el sabor, nunca para ahogarlo.

En medio, la ensalada escucha resignada,
sabedora de que acabará partida en dos bandos:
la porción brillante del Caballero y la porción etérea de la Dama.

Y así, cada comida, se libra la misma batalla.
Sin vencedores ni vencidos, solo una tregua silenciosa:
porque, al fin y al cabo, lo importante no es el aliño,
sino que ambos compartan la misma mesa.

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