Lo que se rompió no fue la escuela. Fue el sentido de para qué sirve educar.
¿Qué tenía de malo nuestro sistema educativo que, parcheando y parcheando, lo han convertido en una basura como la de otros países (mirando al oeste)?
La respuesta rápida: muchas cosas. Pero ninguna tan grave como la falta de propósito. Lo que empezó siendo un sistema con vocación formativa, con errores pero también con raíces culturales propias, ha sido desmantelado a base de reformas cosméticas, intereses ideológicos y una obsesión enfermiza por copiar lo peor de fuera.
📚 Un diseño viejo para un mundo nuevo
Nuestro sistema educativo nació para otra época. Aulas uniformes, exámenes memorísticos, castigos camuflados de evaluación. Lo que se valoraba era la obediencia, no el pensamiento. El alumno ideal era el que no molestaba. Y el profesor, una autoridad distante.
¿Cuál fue el parche? Ninguno real. Solo nombres nuevos: LOE, LOMCE, LOMLOE... siglas que suenan a antivirus más que a leyes. Cada nueva ley prometía innovación, pero ninguna quiso asumir el elefante en el aula: la escuela no sabe para qué educa.
🔧 El modelo “importado”: copiar sin entender
En vez de preguntarnos cómo mejorar desde lo que teníamos, empezamos a copiar modelos del oeste. Especialmente el estadounidense. El mismo que ha convertido su educación en un negocio basado en rankings, tests estandarizados y profesorado quemado.
Y lo peor: lo copiamos mal. Sin contexto. Sin adaptación. Solo con el entusiasmo de quien cree que cambiar de idioma es modernizarse.
📉 Lo que perdimos por el camino
- La confianza en el profesorado.
- La capacidad crítica como objetivo educativo.
- El arte, la filosofía, la ética, la conversación sin nota.
El resultado: alumnos que saben lo que es una rúbrica, pero no saben argumentar. Docentes que llenan papeles y vacían su vocación. Familias que exigen resultados pero no entienden procesos.
🧠 Lo que deberíamos haber hecho
No se trata de volver atrás, ni de romantizar la EGB. Se trata de mirar al futuro con criterio propio. Porque sí, había mucho que cambiar. Pero no así.
- Debimos preguntar para qué educamos, no solo cómo.
- Debimos escuchar a quienes enseñan, no solo a quienes legislan.
- Debimos hacer de la escuela un espacio de pensamiento, no de supervivencia.
🎓 Lo que se rompió
No fue la escuela. Fue el sentido. La convicción de que educar es formar ciudadanos, no clientes. Crear pensamiento, no estadísticas. Enseñar a vivir, no solo a trabajar.
Parcheando y parcheando, hemos convertido un sistema imperfecto en un espejismo funcional. Pero sin alma. Sin norte. Y sin valor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario