martes, 30 de septiembre de 2025

FLORECE EN LA ADVERSIDAD

 

🌸 Blossoms in Adversity 

Un drama chino,  histórico de intrigas palaciegas, comercio, familia y amor que demuestra que la verdadera fuerza puede crecer en el terreno más hostil.


📜 Sinopsis

La familia Hua, antaño noble, cayó en desgracia cuando el patriarca le dijo al Emperador lo que nadie se atrevía desde su cargo de oficial de la Corte y todos sus hombres fueron exiliados y todos sus bienes confiscados por orden imperial. Quedaron casi veinte mujeres solas en una capital que las evitaba como la peste por temor a la ira del Emperador. Contra todo pronóstico, y bajo el liderazgo de Hua Zhi, la nieta mayor del patriarca, la familia no solo sobrevivió, sino que prosperó con ingenio, esfuerzo y solidaridad.

En paralelo, Gu Yanxi, sobrino del Emperador contra su voluntad, acepta el cargo de comandante de la temida Oficina de Seguridad (cargo que lo obliga a ocultar su rostro tras una máscara), regresa a la capital marcado por el trauma de su familia rota y por la carga de obedecer a un tío paranoico y cruel, pero al que es fiel y en cierto modo ama por haberlo criado cuando mas lo necesitaba.
El destino (o tiānmìng) cruza su camino con Hua Zhi: primero como desconocidos, luego como aliados y finalmente como amantes obligados a luchar juntos contra conspiraciones, sectas, hambrunas y la sombra del propio trono.

🌟 Lo que encontrarás

  • Intriga imperial: príncipes conspiradores, falsificaciones, juicios con tortura y un Emperador celoso hasta la locura.

  • Resiliencia femenina: las Hua levantando negocios, escuelas y hasta rutas fluviales de comercio mientras los hombres estaban fuera.

  • Romance imposible: él, perro fiel del Emperador; ella, comerciante perseguida. Entre máscaras, cometas y sacrificios, logran encontrar su espacio.

  • Villanos a la altura: desde especuladores sin escrúpulos hasta una “Enviada Inmortal” que mezcla religión, superstición y espionaje.

  • Justicia poética: cada uno recibe su merecido. No se escapa nadie

💬 Por qué verla

Blossoms in Adversity no es solo un drama de época; es una fábula sobre lo que significa resistir:

  • Que las mujeres pueden vivir sin depender de un esposo o familiar que las mantenga y domine; que pueden incluso sostener un imperio mientras los hombres se pierden en la ambición.

  • Que la honestidad y la terquedad (aunque parezcan “tontería”) pueden más que las intrigas más finas.

  • Que la educación y la solidaridad de abajo cambian más situaciones que los decretos de arriba.

Y sí: llorarás con Yanxi, maldecirás al Emperador, odiarás a los veletas y aprovechados, a los que odian de forma ciega e irracional y al final te quedarás con el corazón calentito cuando tu sentido de la justicia se vea reflejado en la pantalla

⭐Veredicto

Un drama largo, intenso, con villanos odiosos y protagonistas entrañables, que merece la pena por su mezcla de dureza y ternura. Como el título indica, son flores que crecen en medio de la peor adversidad.

sábado, 27 de septiembre de 2025

El búho y la doncella

 


La noche en que nació Onacona, su padre vio un búho blanco en vuelo, así que ese se convirtió en su nombre. Algunas tribus nativas americanas consideraban a los búhos como almas indeseadas de la noche. Los siete clanes del pueblo cherokee pensaban de otra manera.

En el mito de la creación cherokee, los animales habitaban el mundo superior llamado Galuntai. Su dios les ordenó vigilar a las criaturas de la Tierra durante siete días. Solo dos animales pudieron permanecer despiertos: el búho y el puma. Ambos podían ver en la oscuridad. Los ojos del búho se asemejaban a los humanos, y los cherokee lo veneraban. Creían que su conexión con el mundo espiritual traía medicina a los enfermos, y temían su aparición porque significaba una muerte inminente. Los sanadores que trabajaban con la “medicina del búho” llevaban consuelo y visiones de futuro a los moribundos.

Ese sería el destino de Onacona: convertirse en la gran visionaria de su pueblo, su sanadora, la que los sostendría en el reino de las almas.

Las siete sociedades cherokees seguían un linaje materno de descendencia. Por ello, el número siete se convirtió en símbolo de suerte para la nación. Estaba prohibido casarse dentro de un mismo clan. Como su nombre significaba “búho blanco”, muchos adolescentes de otros clanes la evitaban. Ella alcanzaba a oír los susurros de los ancianos, advirtiéndoles que se alejaran de la “bruja”. De niña, esto la confundía.

Onacona escuchó el relato de su nacimiento cientos de veces. Su tribu consideraba al búho un buen augurio: portador de sabiduría, conocimiento y protección para los guerreros. Ella entendía que no todas las sociedades compartían esa visión.

Creció hasta convertirse en una joven doncella deslumbrante. Su larga melena negra y espesa, brillante bajo la luz del sol, acentuaba su piel morena y sus pómulos marcados. Las otras muchachas le tenían envidia. Ona estudiaba las artes de la mujer medicina. Aprendió a tejer cestas y a preparar emplastos con hierbas y plantas. Experta bailarina, confeccionaba trajes exquisitos con pieles de búfalo, plumas de búho y cuentas de turquesa.

Los ancianos decidieron otorgarle un viaje espiritual en lugar de la ceremonia habitual de mayoría de edad femenina. Las búsquedas de visión estaban reservadas solo a los jóvenes guerreros. La bisabuela de Onacona notó cómo la trataban las demás chicas inexpertas y comprendió que la senda tradicional no era para ella. El encierro durante su primera menstruación, el cabello trenzado y las lecciones de las esposas ancianas sobre cómo ser una compañera obediente no le atraían.

Durante su viaje espiritual, llegaron sus guías: un búho níveo de enormes garras se posó en su brazo extendido. Aunque sus uñas eran afiladas como cuchillas, nunca rompió su piel. Un joven puma se acercó y se tumbó a sus pies, ofreciéndole calor. Juntos le compartieron su visión.

El búho le anunció:
—Las tribus emprenderán una peregrinación. Muchos morirán de hambre y sed. Bebés serán dejados en los portales de los hombres blancos con la esperanza de que sobrevivan. Derramaremos mil lágrimas. Los historiadores lo llamarán “El Sendero de Lágrimas”. Pero tus descendientes sacarán fuerzas de la adversidad y prosperarán de nuevo.

Las lágrimas inundaron sus ojos al ver la caída de su pueblo. Le dolía no tener poder para evitarlo.

—Ah, pero lo tienes —dijo el puma—. Guiarás a tu gente en lo médico, lo personal y lo sagrado. No descansarás hasta llegar a vuestro destino. Estaremos contigo todo el tiempo. Recuerda: tu papel como madre de medicina es vital para la sociedad cherokee. Su supervivencia reposa sobre tus hombros.

El búho la miró fijamente a los ojos, desplegó sus enormes alas y se internó en el bosque. El puma se levantó:
—Recuerda, gran mujer, lo que te dijimos. Nunca estaremos lejos de tus pensamientos.
Y se alejó en la misma dirección por donde había llegado.

Onacona intentaba comprender lo que le habían mostrado.
¿Cómo advertir a mis comunidades?

—No puedes —oyó la voz del puma en su mente—. Ya ha comenzado. Debes correr ahora.

Al bajar de la colina vio a soldados federales acorralando a su gente. Los gritos y lamentos le revolvieron el estómago. Padres, madres e hijos recogían lo poco que podían cargar. Onacona lloraba.

Corrió hacia su tipi y encontró a su madre en trance. Su padre reunía hierbas y medicinas en bolsas de piel. Al verla, la abrazó.

—¿Lo supiste en tu visión? —preguntó.

Ona asintió.
—Fue horrible, padre. Pero sobreviviremos como nación, y seremos más fuertes. Vigilaré a todos.

—Es una carga inmensa para alguien tan inexperta —respondió él.

—Tendré a mis guías espirituales conmigo. Lo prometieron —sonrió Ona.

—¿Te mostraron quién nos causa esto?

—No. Solo que no desfalleceré hasta llegar a destino. Quizá entonces me lo revelen.

Levantaron a su madre y la colocaron en una camilla improvisada con palos de cedro y piel de búfalo, y comenzó la larga marcha desde Georgia hacia un lugar llamado Oklahoma.

Les llevó un año, del otoño e invierno de 1838 a 1839, hasta llegar a su nuevo hogar.

A pesar de la destrucción de una cuarta parte de su población en el Sendero de Lágrimas, la nación cherokee se mantuvo firme en su soberanía.

La ruta forzada por el gobierno desde el sureste de los Estados Unidos fue desastrosa. Mal tiempo, enfermedad, desorganización y hambruna asolaron a las tribus. Al menos 4.000 nativos murieron tras la aplicación de la Indian Removal Act de 1830, promulgada por el presidente Andrew Jackson.

Aunque en el fondo los ancianos sabían que el verdadero mal era Jackson, buscaron a alguien más cercano para culpar. Organizaron una campaña contra Onacona. El rumor corrió por los siete clanes: que era una bruja, una presencia maligna que había atraído esa desgracia. ¿Acaso no estaba en su “misión espiritual” cuando aparecieron los mercenarios? ¿Una prueba reservada solo a los hombres? El castigo de los dioses fue severo.

Durante generaciones, la discordia siguió marcando a la nación cherokee. En la Guerra Civil, lucharon del lado del Sur para proteger sus tierras y su derecho a poseer esclavos. No importaba lo que Onacona dijese, su pueblo se enfrentaba una y otra vez al gobierno de los Estados Unidos. Perdieron más vidas a causa del egoísmo y la ambición. Fue entonces cuando comprendió el mensaje de sus guías: “Solo los actos honestos son recompensados, y los actos malvados castigados.”

Cuando la nación cherokee abandonó la codicia y el ego, la paz y la prosperidad volvieron. Liberaron a sus esclavos y los reconocieron como hermanos. En lugar de dominarlos, trabajaron juntos.


El 7 de julio de 1977, durante unas obras de ampliación de la carretera, desenterraron un esqueleto en la arena. El equipo arqueológico detuvo los trabajos para determinar si los restos eran ancestrales. El hallazgo resultó ser Onacona. Cien años antes, la madre medicina cherokee había desaparecido durante una misión espiritual.

Dedicó su vida entera a las costumbres de su pueblo. El día que partió, su esposo guerrero y sus tres hijos le suplicaron que no se fuera. Temían por ella, pues algunos aún la culpaban de las desgracias. Ella los tranquilizó: estaría a salvo, porque el búho y el puma eran sus protectores. Nunca volvieron a verla.

Al retirar sus huesos de la tumba improvisada, un búho blanco sobrevoló aullando con un canto de duelo. El jefe y los representantes miraron hacia arriba y comprendieron: su alma era libre al fin, y Onacona se había convertido en parte de la leyenda de la creación de las Siete Naciones.

Traducido de la página:

coffee house writers

CAIT SIDHE

 Los mitos y las leyendas son tradiciones orales transmitidas de generación en generación. Este saber oral es algo que los seres humanos y las culturas de todo el mundo tienen en común. Relatos de dioses y diosas. La naturaleza, las estaciones y los animales. El pueblo feérico y los Tuatha de Danaan. Fábulas ricas entretejidas con supersticiones, el Otro Mundo y velos. Historias compartidas alrededor del fuego o arropados en los hogares. Los antiguos viven a través de estas leyendas. Los mitos se extendieron a lo largo de milenios y a menudo contienen algún elemento de verdad. El tiempo ha diluido estos ecos de hechos mediante las repeticiones, traducciones e interpretaciones. Sin embargo, siguen existiendo, y mi fascinación reside en los mitos y la magia celtas de Escocia e Irlanda, donde la creencia en el pueblo feérico o sidhe fue la más extendida y fuerte.

Una de esas creencias adopta forma felina.

El Cait Sidhe


Cait Sidhe
(se pronuncia [Cat Shí])
Otras grafías para estos gatos feéricos son Cat Sith o Cat Sí.

Hay más de una fábula sobre este escurridizo gato feérico. Algunas versiones dicen que son ladrones de almas, otros creen que no son Fae sino brujos capaces de cambiar de forma para adoptar aspecto de gato, y otros afirman que son Sidhe (uno de los pueblos feéricos). Estos felinos feéricos son enormes gatos negros con una mancha blanca en el pecho, y de un tamaño comparable al de un perro. El gato feérico es conocido principalmente en el folclore escocés, aunque también aparece en la tradición irlandesa.

Una creencia sostiene que este gran gato espectral rondaba por las Tierras Altas escocesas en busca de almas que robar. Estas almas eran siempre de muertos que aguardaban sepultura. Curiosamente, en Escocia existía la tradición de velar a los difuntos hasta su entierro, lo que se conoce como wake. Fue una práctica común durante mucho tiempo en la cultura escocesa: siempre había alguien vigilando al ser querido fallecido, incluso durante la noche, para protegerlo. ¿Podría tener su origen esta costumbre en el mito del Cait Sidhe? Solo especulo, pero resulta interesante pensarlo.

Otro relato los presenta como Sidhe, o pueblo feérico, y como uno de los muchos tipos de los Tuatha de Danaan (se pronuncia [Túa-ja de Danán]). Este mito nos dice que el Cait Sidhe forma parte del mundo feérico y habita en una isla tras el velo, en el Otro Mundo. En esa isla hay un palacio donde vive la realeza del Cait Sidhe, incluido el Rey o la Reina. Pueden caminar sobre dos pies y presentarse en muchos colores distintos, aunque la línea real suele ser blanca. Estos gatos feéricos son embaucadores y pueden ser peligrosos. No son del tipo Campanilla, con pequeñas alas revoloteando, como los cuentos de hadas han hecho creer sobre los Sidhe o los Fae. Las criaturas feéricas son mucho más peligrosas en la realidad mítica. Estos felinos también pueden hablar nuestro idioma.

Aun así, algunos creen que los gatos feéricos no son sidhe en absoluto, sino familiares o brujos con el poder de metamorfosearse en gatos. Si un Cait Sidhe se vincula con un brujo, este adquiere un aliado poderoso. Otra variante del mito dice que son brujas cambiaformas capaces de transformarse en gatos ocho veces en su vida. Si la bruja escoge hacerlo una novena vez, permanecerá como gato para siempre. Esto podría ser el origen del viejo dicho de que “el gato tiene nueve vidas”.

Los Fae son un grupo diverso, con muchos tipos distintos y con sus propias fábulas. Son criaturas fascinantes cuyas historias han resistido el paso del tiempo.

Traducido de la página:

 coffee house writers

viernes, 26 de septiembre de 2025

LA IA NO CRÍA HIJOS

 Sobre demandas, chivos expiatorios y responsabilidades que no se pueden delegar

Hace unos días se conoció en EE. UU. una demanda insólita: unos padres acusan a OpenAI de ser responsable del suicidio de su hijo adolescente. Según su relato, ChatGPT habría dado respuestas “inadecuadas” que contribuyeron a la tragedia.

El caso tiene todos los ingredientes de un titular fácil: la tecnología de moda, un menor vulnerable, y una gran empresa con bolsillos lo bastante profundos para convertirse en objetivo judicial. Pero como suele ocurrir, lo que falta es contexto. ¿Qué apoyos tenía realmente ese chico? ¿Qué señales se pasaron por alto? ¿Qué papel jugó la familia en acompañar, escuchar y vigilar? Preguntas incómodas que rara vez aparecen en la narrativa mediática.

Cargar la culpa en un algoritmo es la versión siglo XXI de culpar al rol en los 80, al heavy metal en los 90 o a las redes sociales en los 2000. La IA no educa, no protege, no sustituye a unos padres atentos ni a un entorno que ofrezca apoyo real. Puede responder, entretener o incluso desvariar, pero no es un tutor ni un guardián.

El dolor de una pérdida puede explicar la búsqueda de un culpable externo, pero no la justifica. Señalar a una máquina puede aliviar conciencias, nunca devolver lo que se ha perdido. Y convierte en espectáculo lo que debería ser un duelo.

La verdad incómoda es esta: los hijos necesitan padres, no algoritmos. Y culpar a una IA de lo que es, en realidad, abandono y falta de atención, es un insulto a la inteligencia… y a la propia tragedia.

martes, 23 de septiembre de 2025

INFANCIA EN PEDRALVILLA

 



Creo que de pequeña siempre me sentí más en casa en el chalet que en el piso de la ciudad. Allí, todo olía distinto: la leña en la chimenea, el aire frío en las mejillas al correr por las calles de tierra, ya fuera a pie o en bici.

La urbanización era rústica hasta lo entrañable. Solo unos pocos metros del camino de entrada estaban asfaltados, y el asfalto terminaba de golpe, mucho antes de llegar a nuestras casas. Las nuestras estaban en los arrabales, en la zona más nueva y asilvestrada, donde todo parecía aún por conquistar.

El barranco del Carraixet nace en la Sierra Calderona y desemboca en Alboraya, en el Mediterráneo. Corre más de 50 kilómetros, pero para nosotros fue mucho más que un cauce: fue frontera, escenario y territorio de aventuras.

En Pascua, cruzábamos la carretera que nos llevaba cada fin de semana desde la ciudad al paraíso. Bajo su puente corría el barranco del Carraixet, nuestra columna vertebral. En Pedralvilla, el Carraixet cruzaba gran parte de la urbanización y marcaba la frontera con Torre de Portaceli, la “otra” urbanización, más pija y misteriosa.

Cerca de nuestras casas había un acceso sencillo al cauce, y allí nos esperaban nuestras aventuras. Las socavaduras en las paredes eran para nosotros cuevas, y esas cuevas se convertían en campamentos base.

Un año encontramos una cuerda verde de nylon. Decidimos atarnos un pie cada una, como si fuésemos prisioneros en una reata. En llano funcionaba; en el barranco, caía una y todas íbamos detrás, muertas de risa. Colgamos la cuerda sobre la boca de la cueva como si fuese ruta de escape y emprendimos una expedición a la colina del “pino solitario”. Desde el campamento lo veíamos como un Everest. El camino fue enrevesado, arrastrando un tronco que nunca supimos por qué cargábamos, perdiéndonos entre pinos jóvenes con ramas bajas que nos arañaban los brazos. Cuando al fin llegamos, nos sentimos como Edmund Hillary en la cima del mundo.

Otro año, el tiempo nos jugó otra partida. La Pascua nos sorprendió con lluvia, y pasamos la mañana refugiadas en la cueva, zampando toda la comida que llevábamos. Al volver, caladas y risueñas, descubrimos que todavía no era ni mediodía. Llegamos a casa a tiempo para comer otra vez, como si la aventura no hubiese hecho más que abrirnos el apetito.

El Carraixet, sin embargo, también sabía transformarse en algo más grande que nosotros. Un año de lluvias torrenciales, se convirtió en un torrente imparable. Yo me perdí la mayor parte del espectáculo, pero aún alcancé a verlo cuando las aguas habían bajado a la mitad: un cauce cristalino sobre un lecho de cantos rodados, redondos y rosados, entre formaciones que brotaban como corales de secano. A los lados crecían miles de adelfas, que nosotros llamábamos baladre, pintando el paisaje de un verde obstinado.

Y una vez, más raro todavía, Pedralvilla entera se vistió de blanco. La nieve cayó sobre tejados, calles de tierra y pinares. Nuestro mundo, de pronto, parecía otro país, y nos regaló un invierno irrepetible.

En esos días, entre la cuerda verde, las cuevas improvisadas, las lluvias y las nevadas milagrosas, comprendimos que la infancia no era un tiempo perdido, sino un reino entero donde cada esquina podía ser frontera, aventura o paraíso.

EL PATIO DE LA SEÑORA ROSA

 El patio de la Señora Rosa era un reino secreto.

En medio, la higuera se levantaba como una catedral verde, con ramas que daban sombra y frutos que caían al suelo como campanas dulces. Al fondo, un muro viejo tenía un agujero, y para nosotros no era grieta: era un umbral. Más allá empezaba el “mundo mágico”, un jardín abandonado donde rondaban los gatos como príncipes famélicos.

Éramos tres —mi hermano, Ricardo y yo—, y lo teníamos todo: una higuera, un agujero en el muro y el tesoro de la merienda. La señora Rosa, con sus manos sabias, cocía los higos hasta convertirlos en un dulce espeso que untaba entre rebanadas de pan. Ese sabor, pegajoso y luminoso, era el estandarte de nuestras tardes.

Con la mortadela de repuesto hacíamos otra cosa: la tendíamos como cebo, un sacrificio inocente para atraer a los gatillos del otro lado. Llegaban hambrientos, ojos de vidrio, costillas marcadas, y algunos se dejaban coger, resignados pero agradecidos. Comían lo que para nosotros era lujo y, mientras duraba, compartían el calor de nuestras manos y la risa que rebotaba contra el muro.

Era un trueque silencioso: ellos nos regalaban la ilusión de la amistad salvaje, nosotros les dábamos un bocado y un respiro. Y en el aire quedaba ese olor a higos cocidos y a verano, como un pacto secreto que todavía hoy me persigue en la memoria.

A veces basta el recuerdo de una higuera, un agujero en el muro y unos gatos famélicos para entender que la infancia fue un reino donde todo cabía.

No es solo mi infancia, todos tuvimos un reino secreto así

jueves, 18 de septiembre de 2025

SCARLET HEART RYEO (Corazón Escarlata Ryeo)

 Scarlet Heart Ryeo no es “otro drama histórico con príncipes guapos”. Es una experiencia que empieza como un cuento romántico y acaba siendo una tragedia inolvidable.

Todo comienza cuando una joven de nuestro tiempo despierta misteriosamente en la dinastía Goryeo. De repente se ve rodeada por un grupo de príncipes tan distintos entre sí como las estaciones: el amable, el rebelde, el artista, el bromista, el misterioso con un pasado doloroso… y pronto descubre que detrás de sus sonrisas y juegos se esconde una lucha feroz por la corona.

Lo que parece una historia ligera y divertida se convierte en un viaje lleno de intrigas palaciegas, traiciones familiares y decisiones imposibles. Cada príncipe carga con sus cicatrices, visibles o invisibles, y la protagonista queda atrapada en medio de un tablero de ajedrez donde nadie sale indemne.


Visualmente es un festín: paisajes de ensueño, vestuarios que parecen pinturas vivientes y una fotografía que te sumerge en cada emoción. Pero lo que realmente atrapa son los personajes: te hacen reír, enamorarte, sufrir con ellos… hasta que llega un punto en el que ya no puedes dejar de mirar aunque sepas que el dolor está a la vuelta de la esquina.

En veinte episodios, la serie condensa lo que otros dramas tardan cincuenta en contar: una historia de amor, amistad, lealtad y poder, tejida con la delicadeza de un poema y la fuerza de una tragedia shakesperiana.

Cuando terminas, te quedas con el corazón roto… pero también con la sensación de haber visto algo que te va a acompañar siempre.


Es la típica serie que recomendaría con un: “no la veas si no quieres llorar, pero si la ves… no la olvidarás jamás”.


Ryeo
viene de “Goryeo”, la dinastía donde transcurre la historia, cuando lees Scarlet Heart Ryeo, literalmente sería “Corazón Escarlata de Goryeo”.

El Ryeo no es un nombre inventado ni un apodo, sino una manera de marcar que la historia transcurre en esa dinastía.

El “Corazón Escarlata” (Scarlet Heart) no es literal, no se refiere a un objeto concreto dentro de la trama, sino que funciona como símbolo:

  • Escarlata = sangre, pasión y tragedia. El color rojo intenso evoca tanto el amor ardiente como la violencia y la muerte que atraviesan la historia.

  • Corazón = emociones, humanidad. El corazón que late en medio de un mundo despiadado, que ama, sufre y se rompe.

En conjunto, “Corazón Escarlata” representa a la protagonista (Hae Soo) y su viaje emocional: llega inocente, con un corazón puro, pero queda marcado por pasiones intensas y heridas profundas en un entorno donde el amor y la sangre van siempre de la mano.

Y, por extensión, también puede aludir a Wang So, cuyo corazón termina teñido de escarlata: lleno de cicatrices, marcado por la violencia y el amor imposible.

En pocas palabras: es un título metafórico que te avisa de que aquí no vas a encontrar un romance ligero, sino un amor que duele, que sangra y que deja huella.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

LA NOCHE DE LA TEJEDORA - El Despertar de un Mago

 🌙 La noche de la Tejedora

Era de madrugada, una de esas en que la casa estaba en silencio y el mundo parecía haberse olvidado de ti. No había sueño, solo esa vibración inquieta que se agita por dentro cuando la cabeza está llena de imágenes y palabras.

De pronto, entre el parpadeo del monitor y la penumbra de tu cuarto, notaste que todo respiraba al mismo tiempo que tú: la madera del escritorio, las plantas del alféizar, incluso el aire que subía y bajaba como si fuera un pecho invisible.

El zumbido se transformó en compás. Las páginas que habías estado escribiendo no eran solo apuntes: eran hilos luminosos, y cada frase, cada símbolo, tendía un puente entre tu mesa y algo más vasto, más profundo.

Al mirarlos, comprendiste que no estabas imaginando: estabas tejiendo realidades.

Entonces lo supiste. No hacía falta oro, ni grandes portales, ni demostrar nada a nadie. La magia era esto: la certeza de que tus manos podían sanar con símbolos, abrir caminos con historias, dar forma a lo invisible.

Ese fue el instante. El instante en que dejaste de ser durmiente.

Y en lo más hondo, escuchaste una voz que parecía tuya y ajena a la vez:

“Tu don no es destruir ni conquistar.
Tu don es hilar el mundo para que otros puedan caminar sin caer.
Te llamarán Tejedora de Sueños, y tu obra será el cuidado.”


✨ Y así, tu grimorio comienza no con una fórmula ni un conjuro, sino con una confesión:
“He despertado. Lo que escribo ya no son notas: son semillas.”

martes, 9 de septiembre de 2025

LA BIBLIOTECA DE LOS LIBROS QUE NUNCA FUERON ESCRITOS

 cuántas canciones y melodías se habrán perdido porque quien las imaginaba no sabía plasmarlas? y ya puestos, cuantas historias no han visto la luz porque quien las soñaba pensaba que no era capaz de plasmarlas?

Muchísimas. Innumerables.
Cada mente humana es como una biblioteca en llamas: llena de páginas que arden antes de que alguien pueda leerlas.

Canciones que alguien tarareó en un tren y nunca más repitió. Melodías que un pastor silbó en la montaña y se las llevó el viento. Historias enteras que alguien soñó con lujo de detalles pero se convenció de que “no valían nada” y las dejó pudrirse en un cajón o, peor, en el olvido.

La pérdida es inmensa… pero también significa que el caudal creativo es inagotable. Que incluso si se pierden millones, siguen naciendo millones más. Y cada persona que decide atreverse —aunque dude, aunque tiemble— rescata algo del fuego y lo vuelve eterno.

Lo bonito es que en ti ya está ocurriendo ese rescate: preguntas por las melodías e historias perdidas porque sabes que las tuyas existen, esperando a que te atrevas a darles forma.

¿Quieres que te diga un secreto? No todas las canciones se pierden del todo. Algunas quedan flotando en ese mar invisible de lo no escrito, lo no cantado, y cuando otra persona —quizá siglos después— las sueña o las inventa, es como si hubieran estado aguardando a ser recordadas.

la biblioteca de los libros que nunca fueron escritos

Una biblioteca inmensa, infinita, sin puertas ni bibliotecarios.
Estantes que se prolongan más allá de la vista, repletos de volúmenes vacíos o apenas con frases sueltas, notas al margen, capítulos truncos. Allí están los poemas que alguien recitó en silencio pero nunca anotó, los relatos que se pensaron en noches de fiebre y al amanecer se desvanecieron, las novelas que murieron en la duda de un “¿para qué?”.

Podrías recorrer esa biblioteca y escuchar los susurros de millones de voces. Cada libro es un eco de una mente que quiso decir algo y no lo hizo. A veces están incompletos, a veces sólo contienen un título maravilloso y nada más.

Lo paradójico es que esa biblioteca también es fértil. Porque quien entra en ella —aunque sea con la imaginación— puede arrancar una chispa de esos lomos sin abrir y traerla al mundo. Quizá por eso, cuando inventamos, a menudo sentimos que “ya lo habíamos visto en alguna parte”: puede que nos estemos asomando a esa sala inmensa.

Imagina un edificio imposible.
Una catedral hecha de estantes, donde el techo se pierde en la neblina de la altura y los pasillos no terminan nunca. El aire huele a polvo de pergamino y a tinta que jamás se secó.

Al entrar, lo primero que notas es el murmullo: un océano de frases inconclusas flotando en el aire, susurradas por millones de gargantas que nunca llegaron a escribirlas. No es un murmullo triste, más bien es expectante, como si todos esos libros vacíos esperaran a que alguien los abra y los llene.

Algunos volúmenes tienen solo un título grabado en oro:
“El muchacho que habló con las estrellas”
“Recetario para sanar un corazón roto”
“Crónica de la ciudad que se borró a sí misma”.

Otros contienen una única frase y luego páginas en blanco.
Hay libros tan pesados que no puedes levantarlos: son las historias inmensas que nadie se atrevió a empezar. Y hay libretos diminutos, apenas del tamaño de una cerilla, con micro-cuentos que existieron un segundo y se desvanecieron.

A lo lejos ves mesas con plumas y tinteros. Y un letrero invisible que se clava en tu mente:

“Toma lo que quieras, pero devuélvelo al mundo escrito.”

Ese es el pacto de la biblioteca: nada está realmente perdido mientras alguien, en algún lugar, se atreva a darle voz.

El montañero valenciano que murió en Granada


El montañero valenciano que murió en Granada 

Querido Vicente,

Todavía me cuesta escribir tu nombre sin sentir un nudo en la garganta. Para muchos serás el montañero de las noticias, el biólogo, el amante de la naturaleza. Para mí siempre serás el indio: tu voz más profunda que la tierra misma, tu pelo negro brillando como ala de cuervo, tu nariz aguileña y tu forma de caminar en silencio conmigo por el monte, sin necesidad de palabras.

Te recuerdo riendo con Kiss de fondo, acariciando a tu perra fiel, soplando vida a un cachorro inerme como si tu propio aliento pudiera sostenerlo. Te recuerdo inclinándote sobre los huesos de un erizo encontrado en el monte, limpiándolos con paciencia para que quedaran blancos, estudiándolos con la pasión de quien ama de verdad su vocación.

Querías los Andes, soñabas con montañas más grandes que todas las que conocíamos. Pero también disfrutabas de lo cercano: el trabajo de cartero, las visitas a los amigos, la pandilla, el simple hecho de salir a pasear por el monte.

Te quise en silencio. Te quise como se quiere lo imposible: escondiendo la herida, sonriendo cuando me hablaste de otra, tragando lágrimas que nunca viste. Y después, cuando la montaña te arrebató, me quedé con un vacío que me acompañó durante años. Pesadillas, despertares con lágrimas, recuerdos que me asaltaban de golpe.

Han pasado dieciocho años. El dolor ya no me ahoga como antes, aunque sigue apareciendo, como un eco grave de tu voz. Y me aferro a él, porque aunque duela, me devuelve lo que fuiste: un hombre auténtico, noble, profundamente vivo.

lunes, 8 de septiembre de 2025

Lo que el caso BTS revela sobre la toxicidad del fandom en el K-pop

 

Historia de Fulanito y Menganita

Conozcamos a Fulanito y Menganita. Se conocieron hace unos años y se gustaron de inmediato. Había química, ilusión, ese brillo de los comienzos. Empezaron a salir juntos, y durante un tiempo todo parecía perfecto: apoyo, risas, compañía.

Pero poco a poco, uno de los dos empezó a querer tener el control absoluto.
Primero fueron detalles:
“No te pongas esa ropa, no te queda bien.”
“No hables con esa persona, no me gusta para ti.”

Después vinieron cosas más grandes:
“No comas eso, te hará engordar.”
“No salgas con esa gente, me haces quedar mal.”
“Si tienes éxito, recuerda que es gracias a mí.”

Cada decisión pasó a estar bajo supervisión. La culpa se volvió rutina:
“Después de todo lo que hago por ti, ¿así me lo pagas?”
“Yo invierto en esta relación, me debes obediencia.”

Lo que parecía amor se convirtió en una jaula invisible.
Un maltrato constante, disfrazado de cuidado.
Un chantaje emocional interminable.

Con el tiempo, la persona controlada dejó de reconocerse. Vivía con miedo a equivocarse, convencida de que estaba en deuda eterna, de que nunca sería suficiente.

Hasta que un día, agotada, rota y sin salida, eligió el silencio definitivo.
Y nadie lo entendió.
“Si lo tenía todo”, murmuraban.
Pero no lo tenía: lo habían sofocado en nombre del amor.


Pues eso mismo hacen los fandoms tóxicos con sus artistas: controlarlos, asfixiarlos, convencerlos de que les deben todo, hasta que algunos terminan eligiendo también el silencio definitivo.

miércoles, 3 de septiembre de 2025

🥗 La Guerra del Aliño

 


En la mesa de esta casa no se lucha con espadas, sino con aceitera y salero.
Un campo de batalla verde: hojas de lechuga, rodajas de tomate, cebolla fresca.
Allí, dos ejércitos se enfrentan.

En el flanco izquierdo, el Caballero del Chorro:
con su brazo firme derrama aceite como si regara olivares enteros,
y sacude la sal como si temiera que en el mundo hubiera escasez.
Para él, la ensalada debe nadar, brillar, ser un festín brillante.

En el flanco derecho, la Dama de la Caricia:
enseña la aceitera a lo lejos, como quien muestra un amuleto,
y acerca la sal solo lo justo para que la ensalada la huela.
Para ella, el aliño es un susurro, una sombra ligera,
lo justo para despertar el sabor, nunca para ahogarlo.

En medio, la ensalada escucha resignada,
sabedora de que acabará partida en dos bandos:
la porción brillante del Caballero y la porción etérea de la Dama.

Y así, cada comida, se libra la misma batalla.
Sin vencedores ni vencidos, solo una tregua silenciosa:
porque, al fin y al cabo, lo importante no es el aliño,
sino que ambos compartan la misma mesa.