Cristina está dormida. Intranquila se revuelve en su lecho, los fantasmas de las pesadillas acosan su sueño. Súbitamente se despierta. Su mirada recorre los familiares rincones de su habitación. El reloj marca medianoche. Sus ojos se posan en el lecho vacío con la sensación de que algo no encaja. Se levanta de la cama y baja las escaleras a la cocina. Ha luz en el salón. Con curiosidad, se acerca a la sala y contempla sorprendida la escena. Martín, Ekain y otro hombre están allí, de pie. El rostro de Cristina se ilumina al ver a Martín y a Ekain. Una parte de su mente registra la presencia del visitante. Es un hombre alto y delgado, de cabello oscuro, vestido totalmente de negro. Una molesta sensación en su cerebro parece querer avisarle de algo, pero se siente tan feliz por el regreso de las dos personas que mas quiere en este mundo ("las dos personas que mas quiere en este mundo?"), que hace caso omiso. Con gran alegría se dispone a entrar en la sala, abriendo sus brazos para acercarse en una carrera hasta Ekain, mientras su pecho se expande al tomar aire para lanzar una exclamación.
Al entrar en la habitación, las luces cambian y la escena se le presenta desde otro ángulo diferente, Ekain y el extraño parecen estar a punto de saltar unos sobre el otro y Martín se encuentra entre ambos con los brazos extendidos como mediador y muro de contención de la rabia de los dos poderosos vástagos.
Su entrada cambia la iluminación y desequilibra la balanza. Martín se vuelve hacia la puerta y sus ojos muestran sorpresa y miedo. Extiende hacia ella el brazo con el que parecía estar deteniendo al visitante y, como si aquella mano que no llegaba ni tan solo a rozarlo, hubiera estado conteniendo toda su furia y violencia, se abalanza sobre Ekain y de un feroz zarpazo le arranca la cabeza.
Desde la puerta observa horrorizada como la cabeza de Ekain sale volando hacia la chimenea y cae al fuego, mientras el cuerpo lentamente se desploma en el suelo. Martín, que parece moverse a cámara lenta, se vuelve hacia el visitante, pero es demasiado lento. La veloz criatura, ahora transformada en un torbellino de color verdoso en el que resplandecen dos ojos como las llamas del infierno, desgarra el cuerpo de Martín, esparciendo su sangre por la habitación.
Entonces la escena comienza a volverse irreal. Como espíritus atravesando las paredes aparecen Norma y Leo blandiendo espadas, pero el temible torbellino los atrapa y los lanza contra las paredes tiñendo la habitación de rojo.
Aparece Esteban atravesando uno de los ventanales y trata de enfrentarse a la niebla mortal que le envuelve, pero sus manos no logran asirla y unas terribles garras salen de la nada para rasgarlo como a una hoja de papel. El torbellino sigue girando y los ojos ... siente los ojos demoníacos clavados en ella. Se acerca lentamente mientras a su paso, la sangre se levanta y se une a la danzante niebla tiñéndola de rojo.
Desesperadamente intenta moverse pero está paralizada por el terror y una voluntad cruel y poderosa. Ahora está en el centro del huracán y junto con los ojos va tomando forma el cuerpo del visitante que sonríe perversamente mostrando unos enormes colmillos.
El maléfico ser se detiene a pocos centímetros de ella, levanta una de sus garras y de un tirón le arranca el fino camisón dejándola desnuda e indefensa sin poder apartar sus ojos de los pozos de llamas que brillan en el rostro del visitante.
La sangre que ha recogido el torbellino flota sobre su cabeza y a una señal del monstruo cae sobre ella, bañándola por completo. Ella abre la boca para gritar pero no consigue emitir ningún sonido y el visitante acercándose mas aún comienza a lamer la sangre que embadurna su cuerpo. Siente su lengua áspera y fría sobre su piel, deslizándose por su hombros hasta su pecho, bajando hacía su vientre. Cierra los ojos y unas ardientes lágrimas descienden por sus mejillas como única respuesta. Puede sentir la sangre como algo vivo y viscoso que rodea su cuerpo en un abrazo y se mueve reptante metiéndose por su boca y su nariz, ahogándola.
Se está ahogando, no puede respirar, no puede gritar, no puede moverse. Está muriendo y sobre la piel, bajo la oscuridad, su cuerpo arde con la sangre de sus amigos.
Al entrar en la habitación, las luces cambian y la escena se le presenta desde otro ángulo diferente, Ekain y el extraño parecen estar a punto de saltar unos sobre el otro y Martín se encuentra entre ambos con los brazos extendidos como mediador y muro de contención de la rabia de los dos poderosos vástagos.
Su entrada cambia la iluminación y desequilibra la balanza. Martín se vuelve hacia la puerta y sus ojos muestran sorpresa y miedo. Extiende hacia ella el brazo con el que parecía estar deteniendo al visitante y, como si aquella mano que no llegaba ni tan solo a rozarlo, hubiera estado conteniendo toda su furia y violencia, se abalanza sobre Ekain y de un feroz zarpazo le arranca la cabeza.
Desde la puerta observa horrorizada como la cabeza de Ekain sale volando hacia la chimenea y cae al fuego, mientras el cuerpo lentamente se desploma en el suelo. Martín, que parece moverse a cámara lenta, se vuelve hacia el visitante, pero es demasiado lento. La veloz criatura, ahora transformada en un torbellino de color verdoso en el que resplandecen dos ojos como las llamas del infierno, desgarra el cuerpo de Martín, esparciendo su sangre por la habitación.
Entonces la escena comienza a volverse irreal. Como espíritus atravesando las paredes aparecen Norma y Leo blandiendo espadas, pero el temible torbellino los atrapa y los lanza contra las paredes tiñendo la habitación de rojo.
Aparece Esteban atravesando uno de los ventanales y trata de enfrentarse a la niebla mortal que le envuelve, pero sus manos no logran asirla y unas terribles garras salen de la nada para rasgarlo como a una hoja de papel. El torbellino sigue girando y los ojos ... siente los ojos demoníacos clavados en ella. Se acerca lentamente mientras a su paso, la sangre se levanta y se une a la danzante niebla tiñéndola de rojo.
Desesperadamente intenta moverse pero está paralizada por el terror y una voluntad cruel y poderosa. Ahora está en el centro del huracán y junto con los ojos va tomando forma el cuerpo del visitante que sonríe perversamente mostrando unos enormes colmillos.
El maléfico ser se detiene a pocos centímetros de ella, levanta una de sus garras y de un tirón le arranca el fino camisón dejándola desnuda e indefensa sin poder apartar sus ojos de los pozos de llamas que brillan en el rostro del visitante.
La sangre que ha recogido el torbellino flota sobre su cabeza y a una señal del monstruo cae sobre ella, bañándola por completo. Ella abre la boca para gritar pero no consigue emitir ningún sonido y el visitante acercándose mas aún comienza a lamer la sangre que embadurna su cuerpo. Siente su lengua áspera y fría sobre su piel, deslizándose por su hombros hasta su pecho, bajando hacía su vientre. Cierra los ojos y unas ardientes lágrimas descienden por sus mejillas como única respuesta. Puede sentir la sangre como algo vivo y viscoso que rodea su cuerpo en un abrazo y se mueve reptante metiéndose por su boca y su nariz, ahogándola.
Se está ahogando, no puede respirar, no puede gritar, no puede moverse. Está muriendo y sobre la piel, bajo la oscuridad, su cuerpo arde con la sangre de sus amigos.
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Cristina se revuelve inquieta en la cama, su respiración es entrecortada, su cuerpo cubierto de sudor y la temperatura peligrosamente alta. Inconsciente, boquea como si le faltara el aire, su pulso es rápido e irregular ...
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