viernes, 13 de enero de 2012

JUSTINE BROOKS

Me llamo Justine Brooks. Nací en la ciudad de Nueva York en el año 1897. Mi padre era un conocido empresario y miembro de la alta sociedad neoyorkina. A mi madre no la conocí. Quizá por esa razón mi padre me lo consintió todo. Estudié en los mejores colegios del mundo y cuando terminé mis estudios ocupé el lugar de mi madre junto a mi padre. Me convertí en la anfitriona perfecta, en su insustituible secretaria. Yo cuidaba de él y me divertía hacerlo. Viajábamos bastante a menudo. Me encargaba de los preparativos y de que todo estuviera siempre dispuesto.

Adoraba a mi padre, si bien nunca permití que ese amor obstaculizara mi camino hacia las cosas que deseaba.

Aprendí algo de mi padre, en los negocios y en la política, todo vale, como en el amor y en la guerra.

Mi padre estaba orgulloso de mi y le gustaba mostrar a sus amigos lo inteligente y guapa que era su hijita.

Casi siempre estaba rodeada por hombres mayores que yo y pronto me di cuenta de la fascinación que provocaba en ellos y aprendí la mejor forma de utilizar mis encantos para beneficio propio. Siempre conseguía lo que quería, con zalamerías, ruegos o amenazas, siempre me salía con la mía. Atraía a los hombres y despertaba en las mujeres cierto instinto maternal que yo alentaba mostrando mi lado dramático como huerfanita.

Nunca nadie se me resistió. En las fiestas era el centro de atención. Me encantaba que todos se fijaran en mi. Mi ansia de diversión me llevó a probarlo todo, alcohol, drogas, sexo, pero siempre manteniendo cierto control. Odio perder el control.

Fueron unos años estupendos.

En la fiesta de mi vigésimo tercer cumpleaños conocí a un hombre muy interesante. Casi me doblaba la edad y mi padre no veía con buenos ojos aquella relación, pero para entonces yo ya estaba acostumbrada a salirme con la mía. Cada vez que discutíamos sobre el tema yo amenazaba con marcharme de casa y entonces mi padre cedía.

Jacob Teufel era un hombre sumamente atractivo. Alto, cabello oscuro, ojos negros, una perilla pulcramente recortada. Tenía unos modales exquisitos y un suave acento que lo hacía mas interesante aún. Cuando nos presentaron creí que era una broma, Teufel en alemán significa "demonio", y me dejó muy intrigada. Utilicé todas mis argucias para seducirle y aquello pareció divertirle y me siguió el juego. Le divertía verme manejar a mi antojo a los que me rodeaban, ya fueran jóvenes o viejo, hombres o mujeres. Me enseñó algunos trucos, a descubrir las debilidades y secretos de los demás y a utilizarlos luego para conseguir lo que quería sin perder su confianza en mi.

En mis recuerdos guardo memoria de dos ocasiones importantes en mi vida.

La primera fue aquella en la que decidí poner en práctica todas sus enseñanzas, aliñadas con mis encantos, para seducirlo. Al principio me siguió el juego, pero en el momento decisivo su expresión cambió.

- Qué pretendes de mi, niña? No me tomes por uno de esos mequetrefes a los que puedes manejar a tu antojo. Recuerda que todo eso te lo he enseñado yo.

- Pero, Jacob, no sé de que me hablas. Pretendía que pasáramos una noche muy agradable.

Me miró fijamente y yo puse mi expresión mas inocente. De repente, soltó una carcajada.

- Eres buena, muy buena, pero conmigo no te valdrá. Qué es lo que quieres?

Entonces, no sé por qué, dejé de actuar. Sus ojos negros me miraban fijamente, y yo me sentí, por primera vez en mi vida, indefensa.

- Quiero poder -me sorprendí a mi misma, pero después de unos instantes de meditarlo me di cuenta que eso era lo que realmente quería. Toda mi vida estaba basada en el poder, la dominación que ejercía sobre los demás, y quería mas, mucho mas-. Pero también quiero divertirme, probar cosas nuevas. Odio aburrirme.

- Y yo? Ya te aburro? -preguntó.

- Oh, no! -me apresuré a contestar. Y tras pensarlo unos instantes añadí-, todavía no.

Soltó una carcajada y me miró divertido. Lo rodeé con mis brazos y me apreté fuertemente a él.

- No me dejes, por favor.

Suavemente, me apartó de él, tomó mi rostro entre sus manos y mirándome fijamente susurró:

- Eres tan joven ... -se apartó de mi y añadió-, y no sabes nada sobre mi.

- Sé todo o que necesito saber, lo demás lo aprenderé -contesté con vehemencia.

Se volvió hacia mi, me miró dubitativo durante unos instantes y por fin añadió:

- Si, tal vez, podría ser.

Aquella noche fue la primera de mi nueva vida.

Unos años después, durante la Gran Depresión, mi padre perdió en poco tiempo su gran fortuna y acabó como la mayoría de los que se arruinaron en aquellos días. Se suicidó. En una carta que me dejó decía que a pesar de su reticencia sobre mis relaciones con el señor Teufel, estaba seguro que él cuidaría de mi. Ya nada me unía a Sol, estaba sola. Bueno, sola no, tenía a Jacob y mientras estuve con él, la vida fue maravillosa.

La otra noche que guardo en mi memoria fue aquella en que lo perdí. Ocurrió durante una disputa por el principado de la ciudad. Nos vimos sorprendidos por un grupo de Vástagos de una de las facciones. De nada servía que fuéramos extranjeros o que quisiéramos mantenernos neutrales. No había facción neutra. Logramos huir de ellos y sacarles algo de ventaja y Jacob aprovechó para ponerme a salvo.

- Si algo me ocurriera, vuelve a Nueva York. Busca a mis amigos, ellos te ayudarán -me empujó dentro de un oscuro agujero y luego lo cubrió-. No hagas ningún ruido y no salgas. Si no vuelvo esta noche espera hasta pasado mañana y lárgate.

Esa fui la última vez que le vi. Permanecí en aquel agujero dos noches, negándome a aceptar lo evidente. Quería creer que en cualquier momento regresaría a por mi. No recuerdo dónde estaba el escondrijo, pero estaba lleno de arañas que corrían por todo mi cuerpo. Apenas me atrevía a moverme. Aún hoy. algunas veces sufre pesadillas y me despierto con la sensación de sus diminutas patitas corriendo sobre mi piel.

Cuando llegué a Nueva York, me puse en contacto con algunas personas que le debían favores a Jacob y me enteré que, tiempo atrás, lo había dejado todo arreglado para que, en el caso de que algo le ocurriera, no me faltara de nada.

A pesar de ser bastante sociable, estaba acostumbrada a tener alguien conmigo, no me acostumbraba a vivir sola. Decidí que, puesto que los animales de compañía me estaban vedados, tendría otro tipo de compañía. Empecé a dejarme ver con mis "mascotas", mortales a los que tenía completamente subyugados. No era lo mismo que tener a Jacob, pero me hacían compañía y me divertían. Les tomaba cariño de verdad.

Mi actual mascota se llama Elisabeth, trabaja en la Bolsa. Recientemente he descubierto que somos parientes por parte de mi madre. Yo la llamo Libby. Somos buenas amigas. Desde la desaparición de Jacob no había sentido un cariño así por nadie. Confía ciegamente en mi y yo ... bueno, yo no me atrevo a confiar demasiado en nadie. Nos divertimos juntas y si no fuera porque conozco sus gustos diría que está enamorada de mi. Se preocupa por mi. Siempre está presentándome chicos guapísimos. Con Libby no he utilizado ningún poder para dominarla o subyugarla, me quiere por voluntad propia y eso es mucho mas agradable.

He procurado mantener los contactos y amistades de Jacob. Al principio no me tomaban demasiado en serio, pero pronto me gané su respeto y dejé de ser "la niña de Teufel". Los Vástagos no son tan fáciles de manipular como los mortales, pero me defiendo bastante bien entre ellos.

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