sábado, 14 de enero de 2012

CRONICAS DE KELMOR

Memorias de Ainize
Dural ha cambiado, y no solo físicamente, está distinto, parece mas seguro de sí mismo, mas serio y a veces taciturno. Cuando estamos solos casi puedo ver al antiguo Dural. No es que me queje, pero parece como si hubiéramos perdido algo, tal vez debería decir que hemos dejado atrás la infancia, tal vez debería alegrarme .
Cada vez es mas difícil encontrar el momento y el lugar para poder estar a solas. Parece existir una conjura entre todos los habitantes del castillo para no dejarnos a solas ni un momento.
Madre me ha regañado alguna vez al respecto. No ve con buenos ojos nuestra relación. Dural ha cambiado, si, y el cambio mas evidente no es en él, si no en el resto de las muchachas del castillo que sonríen al verlo llegar y se reúnen en corros y cuchichean cuando desaparece de su vista. Me miran de reojo, se callan cuando me acerco, parece que la escasa camaradería que había entre nosotras ha desaparecido con la llegada de Dural. Supongo que me ven como a una rival. La verdad es que no me importa demasiado. Mientras ellas traman, urden y confabulan unas contra otras y todas contra mi por la atención de Dural, yo sé que Dural es mío. Cuando las oigo cuchichear a mis espaldas, cuando veo sus miradas subrepticias, sonrío y pienso en Dural, en la próxima vez que podamos vernos a solas.
El castillo entero parece andar de puntillas alrededor de Dural. Su hermano mayor seguro de su herencia no parece darle importancia al cambio sufrido por su hermano. Amiets comienza a hacerse el encontradizo conmigo. El señor de Gesharien no ve su atención por mi con buenos ojos. A veces me pregunto que puede haber de malo en mi. Ya sé que no poseo el rango adecuado para convertirme en la esposa del heredero, pero pensaba que quizá, tal vez, mi relación con Dural sería vista de otra manera. Mi señora Mai me ha tratado siempre como a una hija, pero tampoco aprueba nuestra relación.
"Nuestra relación", me pregunto a dónde nos conducirá. Cuando estamos a solas me siento tentada de preguntarle a Dural cuál será nuestro futuro, pero me da miedo la respuesta. Oponerse a la voluntad de su padre puede acarrearle muchos problemas, y la otra opción es mucho mas aterradora.
Dural apenas habla de estos años pasados con el Maestro Rioji. Sus respuestas son vagas en el mejor de los casos, o demasiado crípticas. Parece mirar a su alrededor con otros ojos, como si viera cosas que nosotros no vemos.. Cuando le pregunto acerca de ese periodo de tiempo se limita a sonreír y a decirme lo mucho que me ha echado de menos. Esos años de ausencia fueron una dura prueba para los dos. Mi señora Mai me animaba a relacionarme con otros jóvenes. A veces me exasperaba. Una vez se lo dije a mi madre:
- Mi señora Mai parece una alcahueta!
Mi madre se acercó velozmente a mi y me dio una bofetada que me hizo saltar las lágrimas. Me arrepentí inmediatamente de mis palabras incluso antes de recibirla.
Me pregunto si he hecho lo correcto. Sé que fue lo más maravilloso que me ha ocurrido en mi vida, pero, a dónde nos conducirá?
Aún puedo sentir el calor de su piel sobre mi cuerpo y la caricia de sus dedos sobre mi piel. Sus labios sobre los míos y su voz pronunciando en mi oído mi nombre como sólo él sabe pronunciarlo. Aún me estremezco al recordar ...

Ha llegado al castillo el conde Aengus de Ynis Afallenau con sus dos hijas, Fiona e Igraine, dos gemelas terriblemente revoltosas a pesar de que ya tienen catorce años. Crfeo que el conde les consiente demasiado. Son dos diablillos pelirrojos que no paran de alborotar. Mi señora Mai está encantada con ellas, claro que en su presencia se comportan medianamente bien.
Fiona es la mas agradable de las dos, aunque se deja influenciar por su hermana que es la que lleva la voz cantante en todas las travesuras.
Igraine es mas fiera. Se ve en sus ojos que no va a ser fácil encontrarle marido. Aunque parece que muestra especial predilección por Dural. Lo sigue a todas partes y eso es un obstáculo mas para nuestros encuentros.
Dural es amable con ellas, se siente como su hermano mayor, pero no se da cuenta de que ellas, al menos Igraine, no lo ven así. Es gracioso ver los esfuerzos que hace Igraine por llamar la atención de Dural.
Mi señora Mai, y casi todo el resto de la corte prefiere a Fiona. Es difícil separarlas, siempre van juntas a todas partes, pero cuando se consigue estar a solas con Fiona se nota la influencia que su hermana ejerce cuando están juntas. En solitario, Fiona es una niña encantadora, dócil y tranquila. Me encanta pasear con ella y me ha servido de excusa, alguna que otra vez, para encontrarme con Dural.
La otra noche, cuando salía de los aposentos de Dural, casi me dí de bruces con una de las gemelas. Por un momento temí que fuera Igraine. Me quedé quieta, helada, con una mano en el picaporte de la puerta y la vela en la otra, mirando a la niña, esperando que se pusiera a gritar o algo por el estilo. Pero se limitó a mirarme sorprendida. Sus ojos se posaron después en la puerta de los aposentos de Dural, me miró de nuevo, sonrió y se dio media vuelta susurrando algo que hasta el día siguiente no entendí. Juraría que, por un momento, mientras miraba la puerta de la habitaciópn de Dural, sus ojos se habían llenado de tristeza. Al día siguiente, me desperté con un ligero malestar y no sé bien por qué recordé lo que Fiona había murmurado: "Una dama no debería acechar de noche por los pasillos". Me pregunto si se refería a ella misma o a mi.
Las cosas están algo tirantes entre Dural y su padre. Después de estos años de ausencia nos resulta muy difícil permanecer separados y el ansia de la mutua compañía nos ha vuelto descuidados.

También ha llegado otro caballero, Avaggdu, barón de Tegid, hijo del difunto Tegid Voel. Es un hombre alto, enorme, de piel pálida y cabellos negros, con una poblada barba bien cuidada, ojos oscuros y pequeños, y nariz recta. A veces puedo sentir su mirada deslizándose por mi cuerpo como algo frío y viscoso.
No he querido decirle nada a Dural porque no tengo nada concreto en lo que basarme, pero juraría que ese hombre me sigue. Me lo encuentro allá donde voy, pero siempre tiene el motivo justo para encontrarse en el mismo luigar que yo al mismo tiempo.
Algo a tener en cuenta es que las niñas parecen evitar la presencia de Avaggdu.



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